domingo, 12 de julio de 2015

El último feriado lluvioso

1º de Mayo. La llovizna fría sobre la ciudad invita a no salir. Después de estar dormitando de a ratos en el sofá, lo despabila el timbre del teléfono.

Es ella.

"¡Hola, mi amor! ¿Vas a venir?", dice ella con cierto tintineo divertido en su voz. Él se rasca la cabeza, no sabe qué hora es, pero parece ser aún temprano. "Sí, claro. Ya salgo para allá", responde lacónicamente en su tono profundo y seductor característico. Corta la llamada, sin emitir otro sonido.

Se levanta del sofá, se calza las zapatillas, esas que usa para los días como hoy: grises, irrelevantes, raros. Se estira hacia la mesita de café frente a él, abre el cajón lateral, toma la pistola, revisa si tiene balas y la acomoda a la altura de su cintura en la espalda bajo la polera de hilo, no sin antes ponerle el seguro.

Va hacia la puerta de salida y toma del perchero el piloto de gabardina beige.

Cuando ingresa al ascensor, ve su reflejo en el espejo. Está levemente ojeroso, algo despeinado, con barba de día feriado. Se arregla un poco el jopo, se acomoda los laterales del cabello y vuelve a mirarse. Ahí está, algo mejor; los ojos color almendra aún un poco pequeños por el sueño. Pero si la mirada es la ventana del alma, la suya da al Ártico: gélida, inhóspita, plana. A él le gusta su mirada.

A ella, también.



Llega a la planta baja, camina tranquilo hacia la esquina, se dirige a la boca del subte. Desciende las escaleras al trote. Ya en la plataforma y mientras espera el siguiente tren, observa el andén vacío y piensa en lo muerta que está la tarde. Sonríe frente a su pensamiento. La mente tiene maneras curiosas de seleccionar las palabras.

Cuando sube al subte se sorprende pensándola. No entiende bien por qué, hace sólo un mes que se conocen, aunque él cree saber que ella ya está enamorándose de él. Eso no lo sorprende, por cierto. Él sabe de su poder de atracción y manipulación estratégica. Sin embargo, desde el principio, ella fue todo un desafío: segura de sí misma, independiente, movediza, reservada, difícil de acceder y descifrar, algo que lo atrae intensa e inesperadamente hacia ella. Él no sabe qué esperar y eso le da una adrenalina adicional a los encuentros de por sí apasionados.

Ella tiene un efecto adictivo, le genera ese hormigueo, ese mareo. Sabe que no está enamorado, al menos no por ahora, y aún así el mundo se mueve bajo sus pies y todo comienza a dar vueltas. Es desconcertante.


Llega a destino. Se levanta el cuello de la gabardina y camina un par de cuadras bajo la llovizna. Una brisa fría y el agua le aplastan el jopo. Había olvidado llevar un suéter aunque, pensándolo bien, no habría de tenerlo puesto mucho tiempo al llegar a destino. Vuelve a sonreir para sí, anticipando el fuego del encuentro.

Cuando ella le abre la puerta, su mirada ártica la atraviesa. Ella se ve hermosa, sugestiva, sonriente. Se abalanza sobre él, le pasa la mano derecha por la nuca y lo arrastra hacia adentro, besándolo apasionadamente. Él siente el pinchazo tenue en la nuca y el hormigueo que le recorre el cuerpo. Comienza el mareo, todo empieza a dar vueltas; el mundo moviéndose bajo sus pies.

Pero esta vez es distinto. Sin cerrar los ojos, pierde el foco, la habitación está moviéndose, se tambalea y cae al piso boca arriba.

Ella lo mira, quieta.
Se ve hermosa, sugestiva, sonriente aún fuera de foco.

-"¿Amor...?", dice ella mientras se sube a él, apoyando las rodillas sobre el piso, a la altura de las caderas de él.

Algo no está bien, algo no es como de costumbre. Él piensa velozmente. No encuentra ninguna pista que anticipara este evento. No logra entender, algo no cuadra.

"¿En serio?", le dice ella como si estuviera leyéndole la mente. Él siente que está a punto de perder el conocimiento y hace un esfuerzo para no hacerlo. Su  mente sigue, como un torbellino, tratando de encontrar pistas que lo ayuden a comprender, pensando en salidas posibles. Pero está en un laberinto. Siente que se le entumecen los músculos, le cuesta respirar, su mirada se nubla todavía más, si acaso eso es posible.

Ella se inclina sobre él, pasa su mano por debajo de su espalda y le quita la pistola. Un chasquido le informa a él que ha quitado el seguro. Apoya el cañón en la frente de él. El largo y bello dedo índice de ella en el gatillo anticipa el desenlace.

Es ella quien ahora le clava una mirada gélida, inhóspita, plana.

-¿Cómo es morir sin comprender, sin saber, sin descifrar...?, susurra en tono sexy y final.

-"La oscuridad más absoluta y desesperante...como mi vida", piensa él, justo antes del disparo.



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jueves, 9 de julio de 2015

Círculo cromático

Atónito desde las sombras, desconocedor del día, inspiró profundo por primera vez.

El aire invadió sus pulmones y el mar de oxígeno lo ahogó. Gritó. Lloró. Su cara, roja de esfuerzo, provocó una ráfaga de sangre púrpura corriendo por sus vasos. El calor de su piel se transformó en transparente sudor frío.

Abrió los ojos lentamente y los colores invadieron sus ideas. Ya no volvería a ser el mismo, todo estaría teñido de esa policromía extraña previa a él, presente desde el inicio de los tiempos... 
 
 
Pero sus respiraciones...sus respiraciones se acompasaron hasta que el rubor se blanqueó y sus lágrimas se secaron. Dejó de gritar...¿cuánto hacía? Mucho ya. Pero esas respiraciones fueron claves en su vida, de eso se acordaba bien: se aceleraron cuando tuvo su primer día de clases en el otoño cobrizo, se aletargaron bajo el sol dorado de enero en el campo, volvieron a acelerarse cuando la vió por primera vez bajo la parra verde de la casa de su mejor amigo, cabalgaron hasta extinguirse cada vez que hacía el amor en llamas amarillas, violetas y rojas, resoplaban frente a cada examen final flúo, se detuvieron por un eterno instante cuando le anunciaron la negra muerte de su padre, volvieron a acelerarse emocionadas cuando su hija Azul llegó al mundo...
 
Rápidas, lentas, pausadas, forzadas, felices, incapaces, llenas o vacías se sucedieron en forma ininterrumpida por el arco iris de sus días. Él les daba vida (¿o era al revés...?)

Se sentía muy seguro de ellas, no se concebía ni se reconocía sin ellas. Pero pensaba si podía detener y reanudar ese compás multicolor a voluntad.

Aquel otro día, ya conocido por él, luchaba por volver a respirar. Estaba nuevamente en el hospital, en otro. Lo habían llevado de urgencia después de sufrir el infarto y estaba conectado a un montón de plateados aparatos que hacían ruidos monótonos pero salvadores.
 
Pero ella, su nívea respiración, seguía junto a él.

De pronto, sintió que el diafragma dejaba de moverse; se había cansado. Mucho esfuerzo de parte de los dos, de él y de ese otro “él” que lo poseía; voluntario e involuntario. Los pulmones sabían que habían cumplido su tarea dignamente. Él, reclinado, notó que su cara enrojecía otra vez por el esfuerzo y las lágrimas hervían sobre sus mejillas.
 
Intentó gritar como aquel primer día pero, esta vez, el sonido no fue.

Cerró los ojos. Sabía que no volvería a ver los colores que lo fascinaron desde el inicio. Pero le quedaba el consuelo de saberlos incorporados a su esencia. Entonces, escupió el mar de oxígeno que lo ahogó mucho, mucho más de medio siglo atrás. Lo espiró profundo en un arco iris de compases armónicos.

Y se abandonó al placer de sumergirse, sin respirar, nuevamente en las sombras.
 
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Feeling (falling?) all over

- That song is coming from an insane place!

- Insane!?

- Your mind...

- My mind is not insane!

- (...) Maybe it's just from another world, then...

- That could be right.
  And this, my dear...well, it may not be a song at all...




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jueves, 2 de julio de 2015

Las sombras dibujan tu perfil en el reflejo saturnino del interior no divisable

Estás mirándome fijo.

En la distancia se desdibuja tu figura hasta acercarte al paisaje: un árbol perfecto de ramas frondosas, hojas secas en el suelo, capullos abriéndose al cielo, rocío cayendo por los pétalos aterciopelados de los tréboles y en el medio vos...

...impoluto, rígido, acartonado, dibujado, deshilachado...

Fantasmagórico.
 
 

Mis pupilas se abren y dejan que el universo las penetre. Mi mente se funde y difunde, se confunde y perfunde. Ya no soy cuerpo, sólo mente unida al entorno que se retuerce en el estertor del nacimiento y la muerte cíclicas. Todo tiene vida y movimiento, menos vos...
 
...impoluto, rígido, acartonado, dibujado, deshilachado.

El infinito y yo somos lo mismo, el cuerpo me limita. Mis sentidos se multiplican por mil y ya no creo en los cinco o seis originales, ¡eso es mentira! Dios, el árbol, los pájaros, el mar, vos, todos somos uno.
 
Pero vos...vos no encajás.

Fijo mi mirada en tu figura y te contemplo.
 
El horizonte se achica, las ideas se desintegran, el campo visual se estrecha. Y te veo sólo a vos. El árbol, las hojas secas, los capullos, el rocío desaparecen. Mis sentidos se simplifican a menos uno y me voy hacia adentro...profundo.

Vacío.

Mi espejo me refleja. Ya no soy nada. Ya no soy nadie. Ya no hay ciclos. Sólo vos y yo.
Y yo...impoluta, rígida, acartonada, dibujada, deshilachada.

Fantasmagórica.
 
Alfa y Omega.
 
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