domingo, 14 de enero de 2018

Un snorkel en la Apollo

¡Pero qué día más interesante el de ayer!

Inicio. Recibo un correo electrónico que va directo a la papelera. Pero antes leo que incluye una frase de Oscar Wilde: "No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo"  Mmm...tengo ganas de escribir pero me encuentro con que no tengo nada para decir. Punto en contra. Aún así, aquí estoy.

Acabo de prescindir de una de las dos reglas.

Me topo luego con Apollo 13 en televisión. Pienso en el libro que escribió Lovell, ¡él sí que tenía algo para decir! Semejante experiencia es digna de contarse, de "decirse". Por enésima vez miro la peli, lloro, me asombro y me pregunto: ¿cuánto de lo que está implícito en mi fascinación al mirarla está disponible en mí para ser aplicado a otra cosa distinta de la astronáutica?

Mi niña me mira al espejo alentándome, esbozando una sonrisa pícara, insinuando que por fin estoy empezando a ver el camino un poco más claramente.

Con los ojos todavía un poco hinchados y mientras el corazón se vuelve a poner en modo "no consciente de sí", hago algo mundano y olvidable pero relevante. Relevante porque lo hago por primera vez. Me doy cuenta de este hecho unas cuantas horas más tarde (el corazón eficiente ha logrado volver a su modo de registro con delay).

Después, el rapto de ganas de escribir se hace electricidad en el cuerpo. Pero aún no tengo nada que decir así que me dedico a actualizar mi perfil en una red profesional. Horas lidiando con algunos problemas de sistema mientras mis ideas siguen aclarándose, definiéndose, precisándose. Mientras tanto, le saco punta a mis ganas de otras cosas.

Al pasar, otra película de fondo que termina llamando mi atención. "¿Será el trastorno de identidad disociativa una forma manifiesta de nuestro ilimitado potencial?" es, palabras más palabras menos, lo que se plantea en el film. Me quedo pensando en nuestras infinitas posibilidades humanas (¿o suprahumanas?) aún no exploradas.

Mi niña sonríe un poco más.

Un documental sobre Borneo y los elefantes usando sus trompas como snorkels me encuentra cerrando el sábado e iniciando el domingo. ¿Aburrido? ¡Para nada! Mi mente no deja de enlazar puntos que a priori lucen inconexos mientras otras personas están en el teatro, en el cine, en un restaurant, en un hotel o en cualquier otra parte. Pienso en nuevas teorías propias y ajenas. Desafío mis sentidos. Recuerdo personas, situaciones y experiencias. Siento lo sobrenatural a mi alrededor. Mi mundo es de todo, menos aburrido. Mi mente está realizando saltos cuánticos en mis dimensiones multiversales y, simplemente, no sé cómo plasmar las ideas, sensaciones y conclusiones que se agolpan de a decenas pugnando por parirse.

¡Ahí está la fuente de las cosas para decir! Salvo que...no sé cómo decirlas.
Puedo sentirme frustrada, pero no. Me siento excitantemente motivada.

Este texto me resulta por momentos lineal. Sin embargo, lo que voy narrando salta de un tiempo a otro, adelante y atrás y adelante de vuelta. Me doy cuenta que pasaron más de dieciseis horas de lo acontencido allá por el "Inicio" de este relato.

Entonces hace apenas un rato que acabo de prescindir de la regla de Oscar.
Mi tiempo, de pronto, se ha vuelto circular.

Remato poniéndole fin a la nada (: introducir una conclusión de lo expuesto o lo observado antes; RAE, edición del Tricentenario) que tengo para escribir.

Estoy feliz.
Cyndi Viscellino Huergo ©Todos los derechos reservados