domingo, 29 de noviembre de 2015

Contacto profundo.

Aceptar lo difícil.
Silencio. Profundo. Esencial.
Es todo lo que necesito hoy.
Para que mis pensamientos, mis ruidos internos griten hasta quedarse mudos.

Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados




lunes, 2 de noviembre de 2015

De cómo ser -o no ser- una estratega del amor...

Estrategia. Apego. Necesidad. Amor. Soledad. Mitad. Entero. Libertad. 
Algunas de las palabras que vienen rondándome en la cabeza...

Siento que están conectadas y en movimiento. No quiero explicar(me) nada; simplemente quiero jugar con las palabras y seguir el derrotero, la progresión que se me está autoimponiendo en esta rara fluidez.

Para que las cosas fluyan creo que se pone en juego el desapego. Pareciera ser que cuanto más apegados a las personas y/o las cosas estamos, menos fluimos con nosotros mismos. En mi experiencia, los aprendizajes más reveladores de mi existencia, los momentos más intensos de mis mundos interior y exterior surgieron transitando caminos obstaculizados, caminos que se me presentaban con dificultad. Para que las "piedras en el camino" se convirtieran en mi fuente de aprendizaje, necesité y necesito poner conciencia en mí, en el camino, en los obstáculos. Y mucho amor.

Inicialmente, me apoyé en alguna traza para poder "dirigir" el asunto. En otras palabras, implementaba estrategias. Utilicé varias con los asuntos, las situaciones...¡incluso las personas! Dicho así, probablemente suene frío, manipulador, peyorativo, minimizador, subestimador, arrogante...pero créanme que lejos está de mí poner en juego cualquiera de esas características. Cuando observo mi entorno durante al menos un minuto, escucho a diario a distintas personas refiriéndose a (o desplegando) "estrategias" para conseguir que Tal Persona "se fije en mí", "note mi presencia", "sepa que estoy", "sepa que me interesa", "me clavó el "visto" en el WhatsApp pero...¡no me respondió!"; o para "lograr su amor", "su interés en mí", "que sepa que l@ necesit@" y/o "¡que por favor me necesite!".



Suele haber dolor en este lugar que resulta muchas veces instalado desde las vivencias de desamparo y soledad. Una soledad profunda del desamor y de la necesidad de ese Otro ahí afuera para que yo, acá adentro, cobre entidad. (Bueno, algo de esto hay, al final de cuentas, somos en relación...)

El tema que me ronda es qué tipo de relación quiero para constituirme junto a un Otro, para vincularme, para encontrarnos en nuestra humanidad.

Desde mi punto de vista, hay muchos tipos de soledades, por ejemplo. A mí me gusta estar sola físicamente, sin personas a mi alrededor. En esos momentos disfruto mucho de mis charlas conmigo, o del silencio que obtengo con la certeza de que no es interrumpido por el exterior; ese silencio que a veces revela a los gritos mis propios ruidos internos y en otros momentos me lleva a los lugares de quietud con conciencia plena de mí misma, una paz derivada del placer de encontrarme.

También me gusta saberme sola. Esto me ha permitido descubrir dos cosas: primero que puedo, que soy suficiente como persona, que tengo un mundo interior riquísimo de experiencias, sueños, pensamientos, sensaciones, emociones, recuerdos, sentimientos, proyectos, vida; segundo, que puedo no poder, que a veces necesito dejar esa soledad para salir a buscar a alguien que me dé una mano para ver el camino, para escuchar(me), facilitándome panoramas, incluso orientándome -aunque no dirigiéndome-.

¿Significa esto que quiero depender de esa persona a la que salgo al encuentro?
NO.

Claro está, esta es mi respuesta a mi pregunta...

He dependido de otros en el pasado. Otros han dependido de mí. Hay relaciones que, en sí mismas, requieren de la dependencia (los niños con los adultos, por ejemplo). Sin embargo, he comprobado que cuanto más in-dependiente soy, más sanamente inter-dependiente me vinculo. Me siento libre. Libre de elegir cuándo vincularme, con quién, de qué modo.

Cuando elijo estar en el mundo de esta manera, en mi caso, ya no necesito estrategias. No necesito necesitar para constituirme. Elijo ser yo misma, de la manera más transparente posible para encontrarme con ese Otro a quien elijo para dejar mi soledad impotente y dolorosa. Después de todo, también conozco de mi espacio de soledad potente y placentera, la que está disponible para que fluya desde mi esencia más elemental de persona.

Hoy día, parece que hay una apología de priorizarnos como individuos en detrimento del Otro. También se sigue hablando de encontrar a nuestra "media naranja", nuestra "otra mitad", al mejor estilo "El Banquete", de Platón. Entonces me dije: "¡Qué ironía! "Individuo" significa que...¡no se puede dividir!".

No me puedo dividir. No quiero dividirme. Elijo no dividirme cada vez que puedo y le pongo conciencia a la existencia de la división como posibilidad que me obstaculiza. Yo, completa con todo lo que me constituye, quiero estar entera, ser entera, vivir entera. Es desde ahí donde brego por la cultura de ser "individuo", por mantenerme como una unidad, indivisible.

Desde allí también elijo buscar vincularme con otro Individuo así, completo con todo lo que lo constituye, entero. Que esté entero, que sea entero, que viva entero.

No necesito que alguien me complete. No necesito completar a Otro. No necesito estrategias. No quiero dividirme para ir a buscar a un Otro. No quiero andar dividida por el mundo buscando a ese Otro. Siento que por la mitad me cuesta más sortear los obstáculos del camino, me cuesta más descubrirme, me cuesta más ser todo lo que puedo ser. Por la mitad, me cuesta más salir al encuentro del Otro: demando, exijo, imploro, ruego. Por la mitad, el Otro y yo nos perdemos de una parte de mí que es valiosa. Por la mitad, yo me pierdo una parte del Otro que es igual de valiosa.

Desde mi punto de vista y en este caso, dos mitades no hacen un entero.

Son simplemente dos mitades unidas por lo que aparentemente falta, por el apego a lo que creo necesitar que sólo un Otro puede darme. Pierdo mi libertad. Pierdo mi espacio para poder desplegarme como un individuo. Pierdo mi capacidad para acercarme a un Otro desde la vincularidad sana.

Cuando me permito estar entera, con mis luces y mis sombras, algo en mí cede. Me entrego al fluir del camino, me animo a acercarme al Otro desde mi lugar más despojado, honesto, ingenuo.

A veces el Otro viene a mí y soy feliz pensando y sintiendo la simple posibilidad del encuentro, de conocernos, de mostrarnos, de ofrecernos, de recibirnos tal como somos.

A veces el Otro no viene a mí y siento la tristeza de la pérdida de esa posibilidad de un encuentro genuino, ese mismo encuentro que me permite confirmar que "soy en relación." A veces frente a esto, elijo seguir yendo al encuentro del Otro durante un tiempo, con mucha delicadeza y cuidado, no vaya a ser cosa que no esté acostumbrado a que haya Alguien como yo, con ganas de conocerl@ de verdad...

Tiendo a creer que el Otro también es libre, entero, individuo. Confío en que puede elegir acercarse si lo desea. Así pues, si no me elige, también lo entiendo. En ese punto, nuestros caminos divergen y nuestro vínculo pasa a ser parte de mi incalculable historia personal.

Termino de escribir esto y me doy cuenta que mi derrotero ha cambiado de dirección...

Tal vez vaya por una segunda parte a este camino, por una alternativa, por un desvío...

Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados