viernes, 22 de junio de 2018

¿Sin-sen Tido...?

Entonces, así es como se ve la confusión: verde, gris y arándano, aunque al ingresar el color predominante es el once.

Nada de lo aprendido sirve para guiarse en esta senda sin camino. Le dijeron que debe apelar a los latidos y que registre cuando lleguen a 237 por segundo. Justo en ese barandal estará listo para alterar. No está acostumbrado a escucharse tan finitamente, sus dimensiones sin cuenta ni registro no están ordenadas por sabores, como es habitual. Imagina que sólo confiando en sus paralelogramos zanjará la distancia.

Así pues, pone un pie frente a otro e inicia el ascenso por la escalera invertida. El horizonte se acerca peligrosamente al punto de que la línea puede decapitarlo. Dar la vuelta en noventa grados implica un salto de fe hacia la superficie, una estepa cuatridimensional en dos capas revestidas en sol menor.

Ya casi a los 230, siente cómo se le duerme el olfato. Se pregunta cómo gateará sin que el carmesí se apodere de sus dientes. ¿Sabrá cómo destejer el vidrio sin romper los patrones imperfectos de los círculos de texto?

Lo han nombrado loco antes, aunque nunca después de las 15.67 lo cual hace este incidente peculiarmente ordinario. Jugarse las polainas en este giro no es una elección ligera.


Se lanza al cielo de frente y gira sobre el gris, la confusión descarnada sobre el ángulo. Nada de lo sentido coincide con las fusiones polifónicas de sus pupilas y siente cómo el aroma circula por sus venas.

Llegó el momento. Ahora puede gritar con sus oídos abiertos a la multicromía de la nada. ¿Recibirá la escalada descendente de los dígitos sobre la brisa ensordecedora del tiempo arenoso?

La respuesta llegará con el arco de lo impoluto.
Es la única forma en que la confusión es.

Cyndi Viscellino Huergo ©Todos los derechos reservados
Pintura: Joel Rea