martes, 20 de noviembre de 2012

Una Masharah para Cyndi


Una Masharah* para Cyndi
* Máscara: Del italiano maschera, y este del árabe masẖarahobjeto de risa


Hacia finales de aquel caluroso verano abrí los ojos. Delante, un amanecer multicolor y la contrafigura de una cúpula de iglesia. Detrás, un cielo aún nocturno con una luna llena protectora iluminando...¡otra iglesia! Alguien definiría eso como “destino”. Yo no.

Miré hacia un lado y al otro y me di cuenta, desde aquel primer momento, que todo estaba allí, pero no todo era lo que parecía y que ese todo dependería de cómo mis ojos vieran. Pero me entregaron enseguidita una máscara llena de gestos, de palabras, de conductas. O al menos pensé que fue “enseguidita” porque cuando intento hacer memoria, eso ya estaba allí. No recuerdo otra cosa más que la primera máscara.

"Adaptable". "Versátil". "Diplomática". Esos fueron sólo algunos de los epítetos que utilizaron para describirme mientras iba creciendo. Hasta que en la adolescencia una amiga me dijo: “¡sos una careta!” y me rompió el corazón en dos. Luego sabría que se refería a que me acusaba de utilizar una máscara diferente según dónde estaba y con quién y a ella eso le parecía una aberración, una hipocresía, una falta a la verdad.

Me desorientó descubrir la multiplicidad de personas que había en mí: una analítica, otra emotiva, una sensible, otra fría, una intuitiva, otra racional, una empática, otra enigmática, una crítica, otra guía, a veces guiada. Y también reparé en la cantidad de máscaras que me habían sido dadas aquel día de finales de verano. ¡Y yo que pensé que era sólo una!

Tenía que elegir ponerme la de la adultez, "por la edad", me dije. Era seria, con objetivos sociales esperados y grandes logros demostrables. Estuve así un tiempo hasta que empecé a sentirme muy incómoda dentro de mí. En la intimidad me sacaba esa máscara pero otra aparecía debajo, y otra más debajo de esa.

¿Dónde estaba mi cara?

Me situé frente a un espejo y me fui arrancando las máscaras, una a una. Sorprendida ante la multitud de fascias, finalmente me enorgullecí de ser así. ¿Cómo sería jugar con todas esas caretas, con todos esos antifaces? (¡Ante-faz!). ¿Podría elegir conscientemente cuál ponerme y para qué? ¡Qué desafío tenía frente a mí!

Hacia la mitad de mi vida lo supe: todo aquello que estaba cuando abrí mis ojos por primera vez era muy distinto de lo que se me había enseñado. Enloquecí. Sentí que ninguna máscara me protegía. Todo a mi alrededor era absurdamente arbitrario y yo, yo era un dios omnisciente que todo lo veía, por vez primera. Sentí las formas primigenias, sentí las danzas moleculares de las cosas y cómo se formaban, vi la esencia. Y yo estaba vacía, de recuerdos, de datos, de máscaras. ¡Era libre! Había nacido de nuevo hacia la mitad de mi vida.

Pero me pregunté, ¿no sería esta visión una nueva máscara...?

Seguí el resto de mi vida luchando por conservar esa visión maravillosa que duró sólo segundos. Algunos me entendieron, otros no. Fue difícil intentar deshacerse de las máscaras. Aprendí que podía destruirlas pero que siempre construía nuevas. La multiplicidad, el aprehender a mirar, a pensar, a elegir fue llevándose mi tiempo. Me cuestioné mis dogmas, incluso los inventados. Decidí no estar conforme con lo que me decían, ser yo mismo, ser un individuo único. Y fui feliz. 

Entonces, cuando elegí cerrar definitivamente los ojos, lo hice en una bisagra temporal de finales de verano, con un cielo aún nocturno con una luna llena protectora frente a mí y un amanecer multicolor a mis espaldas. Sin iglesias y con un gran sentido de espiritualidad. Mi interior estaba lleno de opciones, de decisiones, de anécdotas, de palpitaciones, de sentimientos, de emociones, de críticas, de placer, de sufrimiento, de redención, de intuiciones ratificadas. 

Pero todo, todo, seguía allí afuera igualito a como cuando abrí mis ojos por primera vez.


Cyndi Viscellino Huergo
Borrador original del 02 de Julio de 2007



domingo, 4 de noviembre de 2012

¿Boca-River / River-Boca?

Escribí esto el 7 de Mayo del año 2006. Lo encontré hace unas horas.
La semana pasada, el clásico Boca-River / River-Boca actualizó este editorial.

Parece que no importa qué equipo juega, dónde o cuál es el título que se disputa...
Ojalá empecemos a crecer en algún momento como personas y aprendamos a enriquecernos de las diferencias.


"pasión:  (Del lat., passio): 1. Acción de padecer | 2. Lo contrario a la acción | 3.  Estado pasivo del sujeto | 4. Cualquier perturbación o afecto desordenado del ánimo | 5. Apetito o afición vehemente a una cosa o a una persona | de ánimo: Tristeza, depresión, abatimiento, desconsuelo (Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, Vigésima Primera Edición)
  
En un partido que los hinchas considerarán “histórico”, River Plate venció al Corinthians de Brasil, en Pacaembú, en su propia cancha, el 4 de mayo de 2006.

No era la final sino el partido que los clasificaba para cuartos de final de la Copa Libertadores.  Sin embargo la hazaña teñía de felicidad y justicia a los Millonarios: en nueve juegos que River tuvo en Brasil, había perdido ocho; Passarella, ex–técnico del Corinthians, les demostró cuánto se habían equivocado al despedirlo y el equipo rioplatense se quitaba el sabor amargo que el Corinthians les había dejado en el Monumental la semana anterior en un partido de resultado injusto, aunque a favor de River Plate.

Hasta aquí el fútbol, pasión de multitudes.  Un espectáculo que esperaron fanáticos de dos países para disfrutar, hacer fluir la adrenalina y gritar eufóricos hasta el paroxismo.

Pero la pasión del fútbol, esa acción de padecer y de apetito vehemente hacia algo, dejó su acepción de pasividad y se convirtió en violencia.  Los derrotados, que no perdían un territorio en conflicto, ni la lucha contra el hambre, ni los millones de dólares por la decisión de nacionalizar el gas en Bolivia sino sólo un partido en una competencia deportiva, decidieron “asediar” a los victoriosos.

La policía y los fans se enfrentaron en una batalla campal.  Los diarios hablaron de buena acción policial que logró contener la furia de las tribunas, de los gases lacrimógenos, de las bombas de estruendo, de los machetes esgrimidos.  El estado pasivo se convirtió en pasión de ánimo y la tristeza, el abatimiento y el desconsuelo ganaron por goleada.

Recuerdo, hace no tanto tiempo, cuando ir a cinchar por el equipo de fútbol al que adscribimos era una verdadera fiesta.  Cuando sufrir por un campeonato nos alegraba o deprimía unos cuántos días y nos daba material de conversación y discusión eternas para bares y encuentros con amigos.  Cuando se nos henchía el pecho con sólo mencionar nuestro equipo de fútbol sin temor a estar frente a un fanático del equipo rival, quien podía pegarnos un tiro sólo por ser rivales.

Benjamín Franklin dijo que "nunca ha habido una buena guerra ni una mala paz."   
¿Y si nos proponemos hacer de cada encuentro deportivo un lugar donde nuestras pasionessean demostradas con la vehemencia de nuestra afición y el respeto por la pasión de          nuestro colega “hincha” del bando contrario?
Un abrazo grande a todos."