jueves, 18 de junio de 2015

Aprendiendo a ser un poquitito más congruente...

¿Quién dijo que es fácil?
Es simple pero no es fácil, al menos para mí...
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El 13 de junio, en mi cuenta de Twitter, posteé una frase que surgió en mí luego de una experiencia puntual de ese día.

Decía:

"Hoy llegué a mi frontera final.
Más allá, no hay significado, ni misión, sólo la nada.
Bienvenida la exploración del vacío."

 
En la última semana y media he hecho un recorrido que me llevó a los límites de mi existencia. El sábado contacté por ¿primera? vez con la idea de no tener significado en mi vida. Repito: no tener significado EN mi vida. No hablo de sentido. Hablo de significado, ser signo por cualidad o circunstancia.

De pronto, me di cuenta que yo vivenciaba mi existencia de acuerdo a un funcionamiento. Soy aquella que funciona con un significado, no un ser que existe con un sentido. Existo en tanto funciono, no existo en cuanto soy.

Como si fuera poco, descubrí en un golpe directo y certero que mi significado había sido designado por otros cuando yo era pequeña en función de lo que necesitaban de mí. ¿Y cuál era esa función? Restaurar el equilibrio del entorno.

Dicho así puede sonar soberbio y ambicioso. Vivenciado desde niña como una obligación que exigía cumplirla a rajatabla, terminó convirtiéndose en una necesidad vital, en una no-opción, en una prohibición -a veces expresa claramente- de no ser yo misma. En verdad fue un peso terrible, una carga no deseada, llena de dolor, de miedo, de inadecuación, de impertinencia, de rebeldía encubierta, de sumisión, de sobre-adaptación, de vergüenza...

Llena de enojo.

El enojo no es un tema "nuevo" en mis escritos, sin embargo es un tema que viene instalándose, mostrándose, revelándose desde hace no mucho tiempo. Descubrí que mi significado, mi manera de funcionar en el mundo, dependía casi exclusivamente de que yo no me enojara. Porque si me enojaba, el balance y el equilibrio que me fueron asignados a ser sostenidos y preservados por mí se perdían.

El sábado contacté con esta, mi brutal realidad. Fue como una película de horror con destripamientos y sangre, fue darme cuenta de que esa que yo creía que era no solamente no era sino que, además, no la había elegido yo. Y, peor aún, darme cuenta que ni siquiera había tenido la libertad para elegirme y sentir lo que siento (mientras escribo esto me siento en un loop interminable...).

En medio de esto, mil recuerdos empezaron a agolparse, a aparecer sin siquiera saber que todavía estaban allí. Mis células comenzaron a vibrar con percepciones de ser considerada "poco genuina o falsa" por seres significativos para mí, temiendo que pensaran que yo era "invasiva", "inadecuada", "falta de respeto", "no merecedora de confianza" y mil calificativos más que me sumergían en la soledad y me llevaban a los confines de la auto-exclusión. 

Si sentía algo "propio", era inapropiado porque aprendí que sólo lo que otros me decían que debía sentir -en función de sus necesidades- es lo que podía sentir. Imagínense descubrir que puedo sentir mucho más de lo que me dijeron que podía y, encima, ¡no debería sentir eso! Uuufff...

A pesar de ellos y sus necesidades de "mi" funcionamiento, a lo largo de los años estoy aprendiendo a recuperar mi libertad. De a pasitos. A veces caigo en eso de "dos para adelante y uno para atrás". Pero avanzo.

Hoy me encuentro que enojarme es un paso más en dirección a mi libertad.

¿Y lo mejor? Que el equilibrio del entorno, de los otros, del mundo...¡no depende de mí! Yo aporto a equilibrio del entorno siendo más consciente de mí, más integrada en mi experiencia, dándole mi sentido a mi existencia, siendo más genuina conmigo misma, respetándome, cuidándome, dándome valor, sabiendo que soy alguien que a veces tiene un significado que también estoy aprendiendo a elegir; que mi significado no es mi sentido, que tengo la libertad para cambiar de sentidos y de significados...¡y que sigo siendo! ¡Incluso cuando me enojo!

Sigo existiendo. Porque existir significa aparecer, emerger, ser...tomar posición hacia afuera.

Así pues, esta soy, aquí estoy.

Felizmente enojada.

Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados