lunes, 24 de junio de 2013

Margaritas para mí (Segundo cuento de "Íctico")


2.
... Azul profundo...

-          “¡Pero si lo único que pretendo es que seas un hombre!”
      -          “¿A costa de qué?”
      -          “De golpes... ¡así se hacen los hombres!”

Estoy tan cansado de los golpes, del frío, de las paredes...

-          “Sabés que estoy aquí, que siempre estuve y estaré.”
      -          “Lo siento…¡cuánto lo siento!”
      -          “Siempre lo sentiste así, amor mío, es tu naturaleza.”
      -          “¿Dónde está tu perfume, tu seda que me cobija, tu canción que es única para mí?”
       -          “Mi música está con vos desde el inicio de los tiempos porque sabía que la   ejecutarías mejor que yo. Mi perfume... mmm... respirá profundo... ¿lo hueles?  Te impregna.  Tu piel la exuda.  Mi seda es tu seda, la que te deja amar libremente,  como te enseñé hace ya mucho... tal como yo te amo.”

-          “¿Qué haré ahora?”
      -          “¿Qué harás?... ¡VIVIR!”

La punta de mis dedos no te alcanzan. Pero ya logro verte...
 
Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados

martes, 18 de junio de 2013

Íctico

Hace unos años, inspirada en la obra musical de Quassia Amara (Carlos Espelt, músico de talento divino) escribí una serie de diez breves relatos que acompañaban sendos temas de su tercer álbum llamado "Íctico".

Hoy quiero comenzar a volcar esos relatos en este blog.

Carlos Espelt, te dedico esto muy especialmente, tal como te lo dediqué cuando vos, generosamente, me inspiraste con tu talento. Sé que no hago honor a la maravilla de tu obra, pero para mí es un trabajo amado. GRACIAS.


0.
ic·tus
1 : golpe o pulsación, especialmente del corazón
2 : ataque o convulsión repentina, especialmente en el stroke cardíaco


Ictio- (gr. Ichthys: pez)
Elemento prefijal que entra en la formación de palabras de significado pez.

1.
Siento el dolor del futuro conocido pero siempre inesperado atropellándome avasallante hasta dejarme tambaleando.  La espesura se cierne sobre mí, mis ojos se entrecierran para ver mejor, pero estoy ciego en medio de la niebla.

Cuando la bruma del dolor me envuelve, comienzo a dudar de mis sentidos.  Estoy expuesto, solo, desnudo.  Gira un tornado que me envuelve.  Pero sé que si extiendo los brazos rozaré otras pieles, otros cuerpos y entonces sabré que todo sigue ahí, un poco movido de lugar, pero rodeándome al fin.

Comienzo a los manotazos.  Me muevo desesperado por alcanzar esa piel, por tocar ese cuerpo.

Pero... ¿dónde está?

Mis pies pisan un terreno pedregoso, árido, irregular.  Las plantas comienzan a lastimarse y a sangrar.  Los vientos del torbellino revuelven mi pelo, mi mente anida ideas apocalípticas.  No debo dejarme vencer.  Voy ciego por ese terreno, a tientas.

Comienzo a llamarte, a llamarlos.  Mis labios se mueven, pero no emito sonido alguno.  Sin embargo, yo me escucho fuerte y claro.  No sé de dónde saco mis fuerzas para seguir... me siento tan cansado...

Repentinamente mis pies sienten el frío del agua, un agua que me cubre rápidamente sin siquiera moverme de donde estoy.  Los manotazos se convierten en brazadas, ya no siento el dolor de los pies... de hecho, ya no estoy apoyado sobre nada.

Se acelera mi respiración y el agua finalmente me cubre por completo.  Sin embargo puedo respirar, dificultosamente, asfixiante y mis ojos comienzan a ver.

Azul profundo.

Desolación.
...

La punta de mis dedos no te alcanzan.  Pero ya logro verte.

Me hundo rápidamente. Miro hacia arriba y no siento ganas de salir.  La pesadumbre, la herrumbre de mi alma no me deja.

Abro la boca pero las palabras ya no salen.  Enmudecí, como mi alma.

Debo guardar el oxígeno para sobrevivir.

Necesito que vengan a buscarme.

¿Dónde están?
...

Agua mecedora...

Estoy cansado... peso mucho, siento mucho.

Azul profundo...


Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados