Siendo una noche de luna llena en el distrito federal de este país del Sur del planeta, estoy furiosa.
El Caos está instalado en mi interior desde hace al menos una semana. (Quedo resonando con la palabra "caos": lo que existe antes que todo, ese "espacio que abre"...).
Las causas de mi furia son múltiples y ancestrales, pero creo que puedo resumirlas en un par que detecto en este momento: ser traicionada y mis muertes sistemáticas.
Bueno, tal vez y sólo tal vez, hablo metafóricamente de mis muertes...o no.
Bueno, tal vez y sólo tal vez, hablo metafóricamente de mis muertes...o no.
Descubrí que he muerto de muchas maneras: una vez morí de amor; otra vez morí de pena; en otra oportunidad, morí de soledad. También morí de abandono; morí de decepción. Morí de hastío. Morí de hartazgo. Y una vez, morí de inocencia.
Hace no mucho tiempo y repentinamente, descubrí que me sometía a morir sistemáticamente cada vez que alguien lo requería. Si mis pares necesitaban que alguien se inmolara ahí estaba yo, disponible y dispuesta.
Hace no mucho tiempo y repentinamente, descubrí que me sometía a morir sistemáticamente cada vez que alguien lo requería. Si mis pares necesitaban que alguien se inmolara ahí estaba yo, disponible y dispuesta.
Solía transitar por mi vida sintiendo que yo era la única responsable de todo -o casi todo- de lo que pasaba en mi mundo.
Hubo un momento en mi historia en la que fui ofrecida al sacrificio sin alternativa y sin ser la responsable del motivo de mi muerte. Ese momento coincide con uno en el que yo aún no tenía opción, ni elección, ni posibilidad. Ni siquiera sabía que existía una. Era pequeña y otros decidían por mí.
Hubo un momento en mi historia en la que fui ofrecida al sacrificio sin alternativa y sin ser la responsable del motivo de mi muerte. Ese momento coincide con uno en el que yo aún no tenía opción, ni elección, ni posibilidad. Ni siquiera sabía que existía una. Era pequeña y otros decidían por mí.
Existió, sin embargo, otro momento en el que noté que, incluso cuando yo decidía y elegía no sacrificarme, era traicionada por mis pares. Desde mi percepción y, en otras palabras, esto es lo más parecido a ser la persona sacrificable del conjunto.
Esto me lleva a otro punto: el heroísmo. Se supone que los héroes son aquellos que, de manera abnegada, realizan actos extraordinarios, mostrando un eminente esfuerzo de voluntad. Frecuentemente, los actos heroicos suelen ser al servicio de alguien más, son altruistas. El héroe prioriza el bien ajeno a costa del propio. Aquí encuentro una trampa mortal: el heroísmo puede ser un lugar seductor, especialmente si nuestro acto heroico responde a la idea de que alguien más nos lo pide, con la promesa de convertirnos en "inmortales" (¡nuevamente la paradoja!) si damos la vida por ese alguien. En nuestro heroísmo está la promesa de ser aceptados, admirados, amados, respetados. No estoy hablando de la inmortalidad religiosa y/o espiritual, porque esa tiene un sentido de eternidad que la inmortalidad a la que me refiero no posee.
Cambiar la propia vida por la promesa de ser inmortales, según el otro.
Cambiar la propia vida por la promesa de ser inmortales, según el otro.
En mis muertes sistemáticas (repito esta última palabra porque esas muertes proceden de ciertos principios rígidos de mí) en algún momento me encontraba en el punto en donde para que todo el equipo, el grupo, el/ los otro/s saliera/n airoso/s de situaciones apremiantes, yo daba mi vida: laboral, personal, profesional, vincular.
Es que, ¿saben? yo soy una persona "fuerte", yo me "la banco", yo "resucito"...
Es que, ¿saben? yo soy una persona "fuerte", yo me "la banco", yo "resucito"...
Pero tal parece que, al igual que en el dicho sobre el gato, al cabo de varias vidas perdidas me queda sólo una restante.
Me doy cuenta que ahora la decisión sobre si me inmolo, si me sacrifico, si me convierto en heroína o si me hago responsable de todo -o casi todo- es completamente mía. Hay en este acto de responsabilizarme una maravillosa sensación de libertad.
Pero también hay miedo. Intenso. Interminable. Paralizante. Pararme frente a mis verdugos, enfrentarlos y decirles que ya no soy una víctima disponible ni dispuesta, que sólo elijo hacerme responsable de lo mío, que si el precio para que me respeten, me amen y me consideren es mi propia muerte (cosa que ya no me interesa en lo más mínimo), es aterrador.
Tuve que armarme de mucho coraje. Me llevó un largo tiempo juntar el valor necesario (al menos a mí me pareció un tiempo largo). Por momentos creí que no podría hacerlo; no sabía cómo. Me faltó el aire (a veces todavía me falta), me ahogué, apenas salía mi voz. Pero me queda una sola vida y si la apreciación y valoración de mi persona me esclaviza, no parece ser dada desde el amor sino desde la limitación.
Pero también hay miedo. Intenso. Interminable. Paralizante. Pararme frente a mis verdugos, enfrentarlos y decirles que ya no soy una víctima disponible ni dispuesta, que sólo elijo hacerme responsable de lo mío, que si el precio para que me respeten, me amen y me consideren es mi propia muerte (cosa que ya no me interesa en lo más mínimo), es aterrador.
Tuve que armarme de mucho coraje. Me llevó un largo tiempo juntar el valor necesario (al menos a mí me pareció un tiempo largo). Por momentos creí que no podría hacerlo; no sabía cómo. Me faltó el aire (a veces todavía me falta), me ahogué, apenas salía mi voz. Pero me queda una sola vida y si la apreciación y valoración de mi persona me esclaviza, no parece ser dada desde el amor sino desde la limitación.
Entonces pude. Lo hice. Los miré de frente y les dije: "Ya no más."
Profundo, prístino alivio. Una gran alegría. Sensaciones majestuosas, brillantes, ¡nuevas!
Dicen que no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Yo valoré lo que no tenía cuando lo recuperé: el Poder, MI poder. "Poder" como potencialidad, como personal habilidad para ser yo misma, sin necesidad de sacrificarme por nadie, responsabilizándome de mí misma, siendo libre.
Dar ese paso aliviador es sólo el comienzo, sin embargo. Ahora estoy transitando el camino del caos, de la sensación de estar perdida, casi en estrés post-traumático. Necesito reconocer esta nueva persona que estoy siendo.
En este reconocimiento además de la sensación de alivio, de libertad, de felicidad, también hay enojo, tan intenso e interminable como el miedo inicial; un enojo que por momentos se transforma en furia.
Así estoy hoy, siendo una noche de luna llena en el distrito federal de este país del Sur del planeta. Furiosa.
Y si las Furias Griegas trataban de restablecer el orden perdido, parece que este es el camino para restablecer ni propio orden, mi propia vida, mi propio ser una vez que atraviese mi caos personal.
Estoy duelando: una antigua yo acaba de morir.
Y en lugar de estar triste y llorando, estoy feliz y aliviada. También estoy desconcertada y enojada. Enojadísima, como ya se habrán dado cuenta. Este es mi propio duelo, distinto y personal. Disfruto de contactar con mi enojo, mi ira, mis furias. Siento que darles cabida es sanador.
Y de pronto un par de personas por allí me están diciendo:"¡¡¡Ssshhh...!!! ¡¡¡De esto no se habla!!!"
No vaya a ser cosa que contacte con mi humanidad y no sea tan buena como parezco...
Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados
Escultura: "Lacoonte y sus hijos", Ribera - Museo del Prado
En este reconocimiento además de la sensación de alivio, de libertad, de felicidad, también hay enojo, tan intenso e interminable como el miedo inicial; un enojo que por momentos se transforma en furia.
Así estoy hoy, siendo una noche de luna llena en el distrito federal de este país del Sur del planeta. Furiosa.
Y si las Furias Griegas trataban de restablecer el orden perdido, parece que este es el camino para restablecer ni propio orden, mi propia vida, mi propio ser una vez que atraviese mi caos personal.
Estoy duelando: una antigua yo acaba de morir.
Y en lugar de estar triste y llorando, estoy feliz y aliviada. También estoy desconcertada y enojada. Enojadísima, como ya se habrán dado cuenta. Este es mi propio duelo, distinto y personal. Disfruto de contactar con mi enojo, mi ira, mis furias. Siento que darles cabida es sanador.
Y de pronto un par de personas por allí me están diciendo:"¡¡¡Ssshhh...!!! ¡¡¡De esto no se habla!!!"
No vaya a ser cosa que contacte con mi humanidad y no sea tan buena como parezco...
Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados
Escultura: "Lacoonte y sus hijos", Ribera - Museo del Prado
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