jueves, 5 de junio de 2014

¿Solitariamente popular o popularmente solitaria?

Desde pequeña me ha gustado estar sola. Por aquel entonces lo atribuía a mi alta popularidad que, por cierto, yo no buscaba pero "me seguía" allí, adónde iba.

Renegué de mi popularidad durante...casi toda mi vida. Ser extravertida, abierta y sociable tenía para mí un costo altísimo: todos parecían tener ciertas expectativas con respecto a  mi ser en este mundo, a mi estar, a mis desempeños. Al menos así era como yo lo percibía. Me auto-exigía para poder llegar a la talla que yo creía que los demás me asignaban (y a veces, así era...). Me obligaba a mí misma a ser "buena" en todo y con todos, a ser "ejemplar", según los requisitos de mis mayores, de mis pares, de mi cultura. 

Me puntuaba a mí misma en base a resultados medidos y otorgados por los demás. Ellos me ponían en el podio y me pedían "un campeonato más". Ese mismo puntaje, para mí, nunca era lo suficientemente alto. Yo sentía que la medalla de oro era el nivel más bajo de mi escala de logros. 

El precio que pagué por estar ubicada en ese lugar fue el de perderme a mí misma en la multitud.

Cuando el bullicio de esa multitud me ensordecía hasta ahogarme, me aislaba del mundo: disfrutaba en soledad de la música, de la lectura, me quedaba por largas horas en silencio, sin hacer contacto con el mundo exterior. ¡Y vaya que escuché música y leí libros!

Pero después de un largo rato (a veces días), sentía que la soledad me instalaba en un lugar de desamparo, de desamor y de la necesidad de que ahí afuera hubiese alguien que me viera para que yo, acá adentro, cobrara entidad.

Al final, también me perdía de mí estando sola...

Estuve casi toda mi vida perdida de mí. 

A medida que fui poniendo conciencia, amor, paciencia y confianza en mis días, en mí misma, noté que mi soledad no era siempre igual sino que tenía facetas múltiples y coloridas. 

Ahora sé que una de mis soledades es la física, la que ya mencioné, la que implica que no haya personas a mi alrededor. Disfruto de mis charlas conmigo o del silencio que obtengo con la certeza de que no será interrumpido desde el exterior; ese silencio que a veces revela a los gritos mis propios ruidos internos y en otros momentos me lleva a lugares de quietud, con conciencia plena de mí misma; a lugares de una paz derivada del placer de encontrarme. 

Otra de mis soledades implica reconocer que me gusta saberme sola. He descubierto dos cosas con esto: primero que puedo, que soy suficiente como persona, que tengo un mundo interior riquísimo de experiencias, sueños, pensamientos, sensaciones, emociones, recuerdos, sentimientos; segundo, que puedo no poder, que a veces necesito dejar esa soledad para salir a buscar a alguien que me dé una mano para ver el camino, para escuchar(me), facilitándome panoramas, incluso orientándome -aunque no dirigiéndome-.

A medida que me permití conocerme en esos lugares de soledad y, en mis propios tiempos, descubrí también que disfruto de ser extravertida, abierta y sociable...¡me encantan las personas! Es maravilloso conocerlas, darme la oportunidad de mostrarnos, de ofrecernos, de recibirnos.

En un momento, no sé cuándo, noté que mi manera de hablar había cambiado. Dejé la conjunción disyuntiva "o" para ocasiones puntuales y particulares y empecé a reemplazarla por la conjunción copulativa "y". De repente, iba sintiendo que soledad y popularidad convivían en mí pacíficamente, que no se excluían mutuamente sino que se complementaban.

Esto mismo me pasó con otras cualidades de mi existencia. ¡Aún me pasa!

Así, a mi propio paso, fui re-constituyéndome como individuo.

Al final de cuentas, "individuo" significa "que no se puede dividir"...

Hoy me siento bastante entera, ya no voy por el mundo siendo para cumplir las expectativas de nadie, al menos la mayor parte del tiempo. Trato de mostrarme de mi manera más genuina posible. Elijo que aquellos que me aprecien lo hagan por lo que ofrezco siendo quien soy, no por lo que ellos necesitan que yo ofrezca y sea. También elijo recibirlos por lo que ofrecen siendo quienes son, no por lo que yo creo necesitar de ellos.

Ahora siento que mi extraversión, mi apertura y mi sociabilidad son más honestas, con ellos y conmigo.
Y también busco y valoro de manera diferente mis momentos de soledad. Ahora siento que podemos comunicarnos con nuestras propias formas, sin exigirnos ser quienes no somos.

Reencontrarme en medio de la multitud me llevó gran parte de mi vida. Me siento feliz notando que aún me reencuentro, que transito lugares dentro de mí que me son novedosos, que ni siquiera sabía que estaban allí. Siento que mi extensión interna es infinita y me veo frente a eso con la frescura y la inocencia de mi niñez, permitiéndome la sorpresa permanente. Este tránsito no me es fácil pero percibo que es simple.

Voy permitiéndome y disfrutando del conocerme, con mis luces y mis sombras.
Me permito darme la bienvenida a esta que soy, inacabada, en crecimiento, por momentos incongruente, temerosa, valiente, novel, ignorante pero con experiencia.

También les doy la bienvenida a todas aquellas personas que tengan ganas de compartir su individualidad conmigo. Después de todo, descubrí que dos individuos enteros forman todo un nuevo universo.

Y desde pequeña, yo quiero ser astronauta...



Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados

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