Leo hoy por la mañana, muy temprano, en algún lugar por el que transito:
La inmortalidad no engendra sabiduría.
Sólo la mortalidad engendra madurez.
Madurez...plenitud vital, sazón de los frutos...el punto justo.
Me siento enredada tratando de descubrir dónde está la punta de este ovillo.
("¿Qué ovillo, Cyndi?" - "No sé...algo me llama...no detecto desde dónde ni hacia dónde...")
Creo tener conceptos con respecto a la inmortalidad, la mortalidad, la sabiduría y la madurez que han mutado a lo largo de esta vida mía y espero que sigan mutando.
Me gusta dejarme sorprender. Me gusta desafiarme. Me gusta reinventarme y estar cambiando la persona que soy a cada instante, lo más conscientemente posible. A veces lo logro, a veces no. Sé, sin embargo, que estoy siempre dispuesta a hacerlo.
La vida se me antoja efímera en este momento...
Parece fácil hablar de "vivir el presente", "estar enfocados en lo importante", "descubrir nuestra pasión". Al caminar sobre estos peldaños, me encuentro frente a la idea de "inmortalidad". ¿A ustedes les pasa en algún momento, que van por el suelo que pisan pensando que tienen "todo el tiempo del mundo" para hacer tal o cual cosa, para "ser" esto o aquello, para priorizar lo que en verdad es importante para cada uno de ustedes?
A mí sí. A mí me pasa. A veces.
Hoy es uno de esos días en los que no. Siento que el tiempo se escurre entre mis dedos, que lo que quiero hacer, lo que quiero ser, lo que quiero priorizar no puede seguir esperando.
Me siento madura. Hoy me siento mortal, porque me sé mortal.
Y también, según mi creencia, sé que soy inmortal. Al menos mi alma lo es.
Entonces me pregunto si ir madurando en la mortalidad no es una forma de ir engendrando sabiduría en mi inmortalidad.
El día en el distrito federal de la Argentina está plomizo, lloviznoso, húmedo. Yo lo siento pesado, apremiante, aplastante, estancador. Sí, sí, estancador. De algún modo sé que esta manera de sentir el estancamiento es también una forma de detenerme y contactar con la quietud que me une a la finitud de mi existencia, con la escucha de mi propia esencia que pide silencio para encontrar...¡la punta del ovillo!
Para mí, madurar es sinónimo de crecer. Crecer es sinónimo de estar viva. Estar viva es lo antagónico a la mortalidad. No muero si logro, a través de mi madurez, engendrar la sabiduría que me haga inmortal.
Trascender. Permanecer. Ser inolvidables.
Tengo la sensación que no necesito de grandes gestas heroicas para lograrlo. Basta con permitirme escuchar mi alma, esa que me guía hacia el desarrollo pleno de la potencia que está en mí esperando el momento, el lugar y la oportunidad para cursar su camino.
Mi camino.
Y con que, al menos una persona, recuerde que fui recorriendo mi existencia intentando llegar a ser
quien estoy destinada a ser.
Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados
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