El otro día, observando a un perro escarbar la tierra, me quedé pensando que parecía estar seguro de que iba a encontrar aquello que buscaba. Parecía saber que allí había algo escondido, algo que no veía pero olía, intuía, percibía. No sé si buscaba algo que él mismo había escondido allí o si era un algo enterrado por otro. Su afán y su persistencia me resultaron llamativas.
Lo veía concentrado en su actividad, con ahínco. El resto del mundo pasaba a su lado y él no le prestaba la más mínima atención. Mirándolo mover la cola, se me antojó que su comportamiento demostraba un cierto placer en la búsqueda, algo de excitación y, tal vez, un poco de ansiedad.
Yo necesitaba seguir mi camino y no llegué a saber si, finalmente, encontró lo que buscaba. Pero evoqué recuerdos de otros perros, de otras excavaciones, e imaginé posibles desenlaces:
- "si encuentra lo que busca", me dije, "tal vez tome eso con la boca, lo muerda, lo lama, lo olfatee, lo aprisione con las patas; salga corriendo moviendo la cola y lanzándolo al aire y juegue..."
- "¿y si lo que encuentra no es de su agrado o no es lo que estaba buscando? Mmm...tal vez lo observe, lo revise, opte por hacer algo de todo lo anterior o lo abandone y se aleje...."
- "tal vez, retome la búsqueda en otro lugar, unos metros más allá...O quizás, no la reanude para nada. Al menos no en ese momento, al menos no ahí."
- "¡Ah! Pero tal vez si sigue sin hallarlo continúe hurgando en el mismo lugar, cada vez más profundamente. Me lo imagino energizando su búsqueda: uff...acelera el ritmo de excavación, lo hace con más fueza y se esfuerza para ir más allá de ciertos límites que se le imponen, hasta cansarse."
- "Tal vez, sea lo que sea que halle, decida volver a enterrarlo."
De repente, me dí cuenta que muchas veces siento que hay algo dentro de mí que intuyo, percibo, sé, huelo que está ahí, esperando a ser desenterrado.
Y me dí cuenta que mis reacciones suelen ser como las del perro: a veces feliz por encontrarlo, a veces decepcionada por lo hallado (¡porque busco con alguna expectativa!), a veces indiferente.
A veces hago un esfuerzo tan grande por hurgar y profundizar que me canso y no logro ver que ciertos límites están ahí mostrándome que, tal vez, ahora no sea el momento y éste no sea el lugar...
De a poco, voy aprendiendo de la sabiduría del perro. Voy validando mi propia sabiduría.
Veo que es posible volver a mi excavación en otro momento o "un poco más allá" en el terreno, que el acto de remover la tierra en sí mismo, puede ser placentero, excitante y de una ansiedad movilizadora de aspectos míos aún sin descubrir.
Que no por no hallar lo buscado, la búsqueda es en vano. Me queda el sabor de saber que tengo todo una inmensa geografía por recorrer, la de mi propia persona, llena de cosas por descubrir, plenas en matices, colores y sensaciones a mi disposición.
Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados
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