domingo, 5 de octubre de 2014

Las mismas verdades de siempre...



Con cada corte de luz, espero que se ilumine mi mundo y pueda revelarlo escribiendo. Pero no. No son musas sino fantasmas los que se me aproximan por varios lados en esa oscuridad. Espíritus que yo creía olvidados o redimidos, visitas no gratas que asaltan mi alma y la hacen tambalear.

Trato de imaginar lo intangible pero, ¿cómo? Mente, espíritu y alma tienen cualidades corpóreas en mis sombras. Pero no estoy segura de que así sea. No me animo a preguntarme si alguna de ellas existen bajo esas formas descriptibles: nobles, elevadas, complejas, éticas, grandes, bellas, aborrecibles.

No hay originalidad en mis pensamientos, sólo formas más o menos nuevas de decir lo mismo. Cuando escribo, mi letra es una huella digital que me delata pero que no me abarca, mientras que esa palabra liberadora me limita. Todos son diseños de un mismo pensamiento; el mío. Y en tanto es así, no concibo al otro sino como a mí misma, como a una réplica proyectada de lo que designo ser.

Por eso me duele tu dolor. Por eso río ante tu alegría y me desgarro ante tu destrucción. Por eso, también, elijo que tu indiferente indiferencia se transforme en mi interés por vos, que no creés en mí (no creés en vos). Por eso te muestro que puedo comprenderte y aprehenderte hasta la identificación, pero nunca hasta la fusión. El día que insinúes fusionarte no me encontrarás. Porque no soy un elemento uniforme sino único, igual que vos.

Es que la vida es complejamente simple, así de cursi. Un átomo se une a otro y éste a un tercero y van formando moléculas que adoptan distintas formas y estados. ¿Qué hay de complejo en eso? Nada. Ah, tal vez te referís a la vida en sí misma. Por aquello de que varias moléculas se unen para formar un organismo mientras otras se unen para formar una heladera. Pero lo que llamamos “objetos animados” sí que se animan: se animan a desafiarnos, a provocarnos, a elevarnos. Se animan a ser algo distinto de una mesa. Eligen ser yo, o vos.

Pero para vos ser complejo pertenece a una forma de ser culturalmente elitista. Hablar, escribir, pensar en difícil. Porque las verdades dichas en sentencias enérgicas suenan a descubrimientos revelados. Pero ¿no son las mismas verdades de siempre? 

Las mismas verdades de siempre...

Pero no todo lo que veo es verdad. “El sol está en el centro del sistema solar”. Verdad. “La tierra está en el centro del universo”. Mentira. No entiendo el porqué. Yo veo que todo gira en el horizonte a mi alrededor. ¿Eso no es ser centro? Parece que no, que alguien “vió” más lejos y me ubicó en la realidad indiscutible y, por lo tanto, la Verdad. Y me dijo: “Tené en cuenta que no todo lo que ves es la verdad”.

No todo lo que veo es verdad...

¿Entonces tampoco es verdad aquello que hay que ver para creer? 
¡Uf! Por lo tanto la fe es una verdad y no una creencia...

Ahora decime, ¿cómo sé que vos sos una verdad? Y si no lo sos, ¿tampoco yo lo soy? Ya no puedo reconocérteme, no logro distinguir entre la verdad y la mentira. Porque si la verdad duele, esta mentira duele más. Y si la verdad es una mentira, entonces la verdad indefectiblemente debe doler.

No somos más que la ilusión de vernos. Sólo cuando cerramos los ojos y el mundo se presenta en nuestra mente estamos frente a la verdad indubitable y egoica. Solamente cuando se corta la luz...

Mi mundo finalmente se iluminó...

“Dios ha muerto. Ustedes lo han matado.”

Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados


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