Con cada corte de luz, espero que se ilumine mi mundo y pueda revelarlo escribiendo. Pero no. No son musas sino fantasmas los que se me aproximan por varios lados en esa oscuridad. Espíritus que yo creía olvidados o redimidos, visitas no gratas que asaltan mi alma y la hacen tambalear.
Trato de
imaginar lo intangible pero, ¿cómo? Mente, espíritu y alma tienen cualidades
corpóreas en mis sombras. Pero no estoy segura de que así sea. No me animo a
preguntarme si alguna de ellas existen bajo esas formas descriptibles: nobles,
elevadas, complejas, éticas, grandes, bellas, aborrecibles.
No hay
originalidad en mis pensamientos, sólo formas más o menos nuevas de decir lo
mismo. Cuando escribo, mi letra es una huella digital que me delata pero que no
me abarca, mientras que esa palabra liberadora me limita. Todos son diseños de
un mismo pensamiento; el mío. Y en tanto es así, no concibo al otro sino como a
mí misma, como a una réplica proyectada de lo que designo ser.
Por eso me
duele tu dolor. Por eso río ante tu alegría y me desgarro ante tu destrucción.
Por eso, también, elijo que tu indiferente indiferencia se transforme en mi
interés por vos, que no creés en mí (no creés en vos). Por eso te muestro que
puedo comprenderte y aprehenderte hasta la identificación, pero nunca hasta la
fusión. El día que insinúes fusionarte no me encontrarás. Porque no soy un
elemento uniforme sino único, igual que vos.
Es que la
vida es complejamente simple, así de cursi. Un átomo se une a otro y éste a un
tercero y van formando moléculas que adoptan distintas formas y estados. ¿Qué
hay de complejo en eso? Nada. Ah, tal vez te referís a la vida en sí misma. Por
aquello de que varias moléculas se unen para formar un organismo mientras otras
se unen para formar una heladera. Pero lo que llamamos “objetos animados” sí
que se animan: se animan a desafiarnos, a provocarnos, a elevarnos. Se animan a
ser algo distinto de una mesa. Eligen ser yo, o vos.
Pero para vos
ser complejo pertenece a una forma de ser culturalmente elitista. Hablar,
escribir, pensar en difícil. Porque las verdades dichas en sentencias enérgicas
suenan a descubrimientos revelados. Pero ¿no son las mismas verdades de
siempre?
Las mismas verdades de siempre...
Pero no todo
lo que veo es verdad. “El sol está en el centro del sistema solar”. Verdad. “La
tierra está en el centro del universo”. Mentira. No entiendo el porqué. Yo veo
que todo gira en el horizonte a mi alrededor. ¿Eso no es ser centro? Parece que
no, que alguien “vió” más lejos y me ubicó en la realidad indiscutible y, por
lo tanto, la Verdad. Y me dijo: “Tené en cuenta que no todo lo que ves es la
verdad”.
No todo lo
que veo es verdad...
¿Entonces
tampoco es verdad aquello que hay que ver para creer?
¡Uf! Por lo tanto la fe
es una verdad y no una creencia...
Ahora decime,
¿cómo sé que vos sos una verdad? Y si no lo sos, ¿tampoco yo lo soy? Ya no
puedo reconocérteme, no logro distinguir entre la verdad y la mentira. Porque
si la verdad duele, esta mentira duele más. Y si la verdad es una mentira,
entonces la verdad indefectiblemente debe doler.
No somos más
que la ilusión de vernos. Sólo cuando cerramos los ojos y el mundo se presenta
en nuestra mente estamos frente a la verdad indubitable y egoica. Solamente
cuando se corta la luz...
Mi mundo
finalmente se iluminó...
“Dios ha
muerto. Ustedes lo han matado.”
Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados
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