La
chiripaya parecía paralelepípeda. Se encontró frente a su montanga y frunció el
sarapamo que la hacía verse tan cedecata.
-
¡No
voy a prencilir! ¡Menos ahora!
Tomó
el mensetaro, miró al gaminostro y retolló. Una pisamenta corrió cerquita de la
fencera.
-
Ya
no puedo enyuldigar. Mejor me seldunguen a la ufa.
Cyndi Viscellino Huergo ®Todos los derechos reservados
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